En el siglo XIX, en Londres, un abogado investiga la identidad de Mr. Hyde, un personaje oscuro que levanta muchos murmullos. Por la misteriosa relación que presenta con el Dr. Jekyll, el abogado Utterson se entusiasma aún más. Cuando Mr. Hyde asesina a Sir Danvers Carew, el abogado sospecha que el Dr. Jekyll puede estar involucrado e incluso encubriendo al asesino.
Al morir Lanyon (amigo de Utterson) la trama se acelera. El Dr. Jekyll se encierra en su laboratorio, y es el mayordomo Poole, quien deberá pedir ayuda al abogado para investigar quien fue el desconocido que asesinó al Doctor. Cuando entran en el laboratorio, su sorpresa es mayor, cuando encuentran a Mr. Hyde muerto. Sin embargo, el Dr. Jekyll no está.
Al final, es en unas cartas donde se esconde la verdad. El abogado Utterson lee en la carta de su amigo que Lanyon fue testigo de como Hyde y Jekyll eran la misma persona, pero que se transformaban fisicamente cuando bebían una poción que el mismo Doctor había inventado. En la segunda carta descubre la confesión del Dr. Jekyll, en donde analiza el bien y el mal que cada uno de nosotros lleva dentro, hablando de la lucha interna que continuamente se realiza. Con el fin de separar estas dos esencias, había creado la poción y su antídoto.
Cuando tomó la poción, el cuerpo del Doctor tomaba un aspecto desagradable, pero aumentaba su fuerza y su inteligencia, así como su maldad: ese ser era Hyde. A medida que pasaba el tiempo, los efectos de la poción eran más duraderos, el Dr. Jeckyll estaba perdiendo el control de su cuerpo, y cuando asesinó a Sir Carew, intentó dejar de convertirse en ese ser malvado. Sin embargo, la intensidad de Hyde era tan grande, que aún sin beber la poción, el Doctor se veía transformado de repente. Debiendo usar el antídoto continuamente para mantenerse en control, uno de los ingredientes para elaborarlo se le agotó. Al comprender que estaría condenado a ser la maldad encarnada en Hyde para siempre, el Dr. Jeckyll tomó la decisión de quitarse la vida.
Mucho antes de que el psicoanalista Freud publicara sus trabajos sobre el yo y el ello, Stevenson había analizado ese cuestionamiento, dando un nuevo significado a la novela victoriana. Las descripciones de la ciudad y de las costumbre hipócritas son, en todo momento, un gran aporte al argumento, que ya de por sí resulta atrayente.
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