El príncipe feliz y otros cuentos de Oscar Wilde

miércoles, 26 de diciembre de 2012


Los cuentos de Wilde son clásicos, tanto por la sencillez de su narración como por los personajes y valores que pregonan, haciéndolos perdurables e inolvidables.

El príncipe feliz

En la parte más alta de una ciudad, se encuentra la estatua de un príncipe, revestida de oro y coronada de piedras preciosas. El príncipe ayuda al pueblo, cuando ellos sufren de miserias varias, enviando a través de una golondrina, partes de sí mismo. Este precioso cuento, llega a la emoción más profunda cuando, el príncipe envía sus ojos, a un joven que escribe una obra de teatro y a una niña vendedora de cerillas. El final, triste pero grandioso, nos muestra a la golondrina muerta en invierno a los pies de la estatua, de la cual ya sólo queda su corazón. Uno de los ángeles de Dios, a pedido de éste, busca en la ciudad las dos cosas más preciosas. Y le entrega: la golondrina y el corazón de plomo.

El gigante egoísta

Este cuento, que también lo podemos encontrar en la colección de Cuentos para seguir creciendo, nos cuenta sobre un jardín precioso, donde varios niños jugaban, que pertenecía a un gigante. Pero cuando después de una ausencia de siete años, el gigante volvió, echó a todos los niños de allí. Cuando llegó la primavera al pueblo, en el jardín del gigante aún era invierno. Un día un grupito de niños se colgó de los árboles y pasaron al jardín. El gigante fue a echarlos nuevamente, y todos corrieron, menos un niño pequeño que lloraba.  Lo alzó y lo colocó en la rama de un árbol, que floreció repentinamente. El niño lo besó agradecido. Desde entonces, los niños volvieron a jugar en el jardín, llevando consigo la alegría que lo hacía florecer todo. Pero, el niño pequeño no regresaba y el gigante lo extrañaba. Tiempo después, una mañana, el gigante lo vio en un árbol de capullos blancos. Estaba herido por clavos en sus manos y sus pies. El niño le dijo: "Una vez me dejaste jugar en tu jardín; hoy vendrás conmigo a mi jardín, que es el Paraíso". Esa misma tarde, los niños encontraron muerto al gigante, debajo de miles de capullos blancos.

El ruiseñor y la rosa

Un joven perdidamente enamorado busca un rosa roja para llevarle a la joven que ama, como así ella se lo pidió. Un ruiseñor conmovido, se presta a ayudarlo, apretando su cuerpecito contra las espinas de un rosal  de flores blancas para así tornarlas rojas. Cuando el joven abre su ventana al día siguiente encuentra la rosa roja más bella de todas, y se decide a cortarla para entregársela a su amor. Pero la chica, con indiferencia y capricho, la rechaza, pues para combinar con su vestido ha recibido unas joyas que cree de mejor calidad.

El joven rey

A poco de morir, un rey elige como heredero a un joven sobre cuyo origen circulaban muchos rumores. Se creía que era el descendiente de la única hija del rey y que lo había engendrado con un hombre sin rango, también se decía que al niño lo habían criado en un lugar salvaje por gente humilde. La noche anterior a ser coronado, el joven sueña con hombres que trabajaban como esclavos, en horribles condiciones para crear un ropaje digno de un rey. Así que cuando llega la hora de la coronación, el joven llega vestido como un campesino, lo cual indigna a los nobles. Pero, a través de los grandes ventanales, los rayos del sol tejieron un brillante traje, y todos reconocieron la grandeza que poseía, casi como un ángel.

El famoso cohete

Esta breve historia nos cuenta sobre un cohete, que peca de un orgullo grandísimo, que iba a ser destinado junto a otros fuegos artificiales para celebrar el casamiento del hijo del rey. Es tanto el exceso del que peca, que termina creyendo que la fiesta es en su honor, y llora, mojando así su pólvora. Cuando el encargado de los fuegos, intenta encenderlo, no se puede. Al día siguiente, un par de niños comienzan a jugar con él, y terminan tirándolo al fuego, en donde explota y lo único que queda de él, es una varilla que termina en la orilla de un estanque.

El maestro de sabiduría

Un sabio misionero, que recibió la gracia del conocimiento de Dios, predicaba sus saberes, cosechando un gran número de discípulos y seguidores. Pero, pronto comienza a creer que al enseñar lo que sabe, perdía sus conocimientos. Entonces, decide retirarse a un desierto para alabar en solitario a Dios sin perder su sabiduría. Sin embargo, allí conoce a un joven ladrón que no sabe de la existencia de Dios y, aunque al principio se resiste, termina enseñándole, venciendo así su egoísmo. Dios aparece a su lado, anunciándole que a partir de ahora, además de perfecto conocimiento de Dios, tendrá también el perfecto amor de Dios.

Los cuentos de Oscar Wilde desbordan de enseñanza y perfección, llevando al lector a diferentes mundos y tiempos diversos, sin perder en ningún momento el eje central de su temática.

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