Noches blancas de Fedor Dostoievsky

lunes, 17 de diciembre de 2012


Noches blancas es un cuento largo y es la primera obra de Literatura que recuerdo haber leído. Es una obra muy importante para mí. A pesar de la brevedad y de que no ha sido estudiada ni muy reconocida, es sencillamente el espíritu de toda alma solitaria. Con el estilo más básico del autor, la duplicidad del amor, el héroe solitario y soñador, la confesión y el fracaso; esta obra logra hacerse un hueco en todos sus lectores.
En las calles de San Petersburgo, pasea un hombre solitario y soñador, que no posee amigos ni seres queridos, pero que imagina conversaciones con las casas y los habitantes de la ciudad, desalentándose al ver los mínimos cambios. Está cómodo en su soledad y ella no le impide amar la vida, le canta, la mira, la desea.
Una noche, descubre a una joven morena que llora en la desierta calle. Apiadándose de ella, entabla una conversación, donde la joven llamada Nástenka, cuenta a nuestro protagonista, su desventura amorosa. Su novio estuvo ausente durante un año, pero ahora que ha vuelto, no se ha comunicado con ella.
Al pasar las noches, la relación se intensifica y nuestro héroe se enamora. Sin embargo, a pedido de ella, le hace llegar al novio una carta a través de terceros. Sin guardar rencores ni crear sentimientos encontrados, deseando ilusamente que él sea objeto de amor, espera pacientemente a que su momento llegue.
En cuatro noches y una mañana, que es todo lo que dura el argumento, llega una carta para nuestro héroe. En ella Nástenka le pide perdón, le repite que lo ama y que lo hará por siempre, pero que ya ha fijado fecha para casarse con su novio. El llanto se desencadena y sólo se ve detenido por una frase poco oportuna de Matriona, quien cuida la casa de nuestro héroe. Él mira a su alrededor y todo lo ve viejo, feo, gris, ruinoso. Pero la perdona, y se contenta con haberla podido amar tan sólo por un momento.
Narrada en primera persona y con continuas palabras directas hacia el lector, este cuento refleja el estilo romántico de la época. El protagonista quien es el que cuenta la historia no posee rostro ni nombre. Será cuestión del lector darle el toque personal a las figuras mientras el argumento hace su recorrido. Al final, un sentimiento triste redondeará todo.

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