Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll

Hace mucho tiempo que quería leer Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll, no especialmente porque fuera un clásico, sino porque me han despertado el interés las críticas poco favorables de su última adaptación dirigida por Tim Burton, del 2010.

La novela de Carroll es un juego de lógica y narrativa, con extraños personajes que dicen estar locos pero que profieren poderosas sentencias. 

La posibilidad de que una niña se encuentre con un conejo blanco vestido de traje que mira un reloj con temor a llegar tarde es imposible, por lo tanto, la realidad es que todo es un sueño. Bajo esta premisa, se desata un increíble mundo en donde los animales visten y se comportan como humanos. Sin embargo, allí no reside el único fenómeno de la historia, sino que los personajes se mueven dentro del sueño de la niña y bajo la pluma de Carroll con una extraordinaria fluidez debatiendo cuestiones que parecerían totalmente ajenas al mundo intelectual de la pequeña Alicia. Así, el conejo personifica a la nobleza, el ratón a un político, la reina al despotismo y la duquesa al intelectual.

Entre los personajes que más destacan, están por supuesto Alicia, una niña educada y noble que cree saber más que el resto de los niños; el Gato de Cheshire, siempre con su grande e irónica sonrisa; el Sombrerero, que a pesar de estar loco se comporta de una forma muy correcta; el Conejo Blanco, que aparece en varios capítulos, siempre educado y bien vestido, aunque apurado y preocupado; y por último, pero no menos importante, la Reina de Corazones, que ama el color rojo y cortar cabezas.

El argumento es muy sencillo, Alicia persigue al conejo blanco, cae por un agujero y aterriza en una sala pequeña donde hay muchas puertas. Pero a la única que puede acceder es una demasiado pequeña para pasar por ella. Así que luego de agrandarse y encogerse, luego de llorar un mar de lágrimas y de casi ahogar en él a muchos animales, la niña le hace un encargo al Conejo, entra en la casa de este y tiene un episodio muy gracioso. Cuando por fin logra salir de allí, se encuentra con una oruga que fuma, la cual le recomienda comer de un hongo para recuperar su tamaño. A fuerza de pruebas lo logra y entrará a la casa de la Duquesa donde verá un espectáculo horrible. De allí media espantada saldrá y siguiendo el consejo del Gato de Cheshire, irá a la casa de la Liebre de Marzo, en donde también estará el Sombrerero tomando el té. Más tarde, jugará croquet con la Reina... Aunque no será un juego tradicional, ya que los arcos serán los naipes, los palos unos flamencos y las bolas unos erizos. Sin reglas y con un caos total, habrá un poco de diversión. Para terminar escuchará la historia de la Falsa Tortuga y asistirá a un juicio, en donde todos los guardias se le tirarán en cima, logrando que Alicia despierte.

Como cierre de la historia, la hermana de Alicia meditará sobre lo que la pequeña le ha contado y sonreirá al pensar en cómo será la niña cuando sea adulta y tenga hijos.

La breve novela de Carroll es muy bonita y posee grandes reflexiones. Su lectura ágil y agradable es muy entretenida. Puede leerse en una sola tarde, como un sábado como hoy, lluvioso y fresco.