¡Ayer estuve en la Feria! Parte I: Lograr entrar

domingo, 12 de mayo de 2013


Ayer, toda emocionada, fui a la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Muy contenta y nerviosa, al fin con la cámara de fotos bien cargada (aunque en un momento me falló). Luego de llegar a La Rural, el corazón se me fue al piso cuando vi la cola para la cola para comprar las entradas. Ahhhh, que desesperación. Me imaginé mis preciosos minutos malgastados esperando. Pero no fueron tantos. O, al menos, ni me di cuenta. La fila, ¿cómo explicarles?, era larga, muy larga y caminabas para buscar el final y no llegabas y la gente a tu lado se apuraba para llegar antes que ti y el corazón te palpitaba mientras tratabas de esquivar a los demás para poder por fin alcanzar un buen lugar en el final. Fufff, traten de leer la frase anterior de corrido y cuando terminen, ese suspiro de alivio que se les forma, pues bien yo hice ese suspiro cuando pude estar en la fila. ¿Lo peor de la fila? Además de las numerosas personas que había adelante, tenía unas tres chicas y un chico, un pequeño grupito, que me entretuvo hasta llegar a la meta. Y es que ¡esa chica no paraba de hablar!. Había ido a una bruja, había ido a yoga y le habían contado sobre sus vidas pasadas. Sus dos amigas miraban para otro lado y sólo el chico parecía escucharla intermitentemente... Obviamente iba detrás de un objetivo. Por suerte, cuando llegamos a la fila de las cajas (si, era una fila para hacer otra fila) se perdieron de vista.

Foto que saqué de las entradas ya estando en casa
Con el ritmo cardíaco acelerado, esperaba ansiosa mi turno. Casi ni me doy cuenta de una señora muy mayor que usando toda la gala de su edad se coló... Minutos más tarde apareció toda su familia. También hubo otro incidente, un guardia que acomodaba a la gente tuvo una disputa con un hombre un tanto perdido. El guardia seguro pensó que se trataba de colar, pero al hombre se le notaba que estaba desorientado. ¡Había mucha gente!. Un pequeño episodio de violencia verbal que casi se va a la física y ya mi atención volvió a ubicarse en lo importante. ¡Comprar las entradas! Cada una valía $30, compramos dos y salimos de ese lío. Junto con la entrada, te daban una hojita con vales (cada uno valía un descuento de $7), te daban tres por persona. Osea que tenías un descuento de $7 siempre y cuando el libro valiera mínimo $70. Parece poco, pero ayuda cuando te quieres comprar la feria entera.

Foto que saqué de los vales, cuando me di cuenta que ya los había usado casi todos.
Luego de salir de las cajas, nos encaminamos a la entrada del predio, en donde otro guardia te corta las entradas, y listo. ¡Por fin estás adentro!
Caminaba con emoción, casi dando saltitos. Al entrar tienes una pequeña sala, donde desemboca el patio principal, tienes que atravesar un túnel (todo rodeado de propagandas políticas que no voy a citar), a los costados del patio (el túnel es como un pasillo de lona, estilo carpa) hay baños y zonas para comer (la comida muy cara, por cierto). Muy muy emocionada llego a la zona principal: los pabellones donde se arremolina la gente y donde te encuentras rodeado de libros, editoriales, librerías, lectores, escritores y literatura en toda su esencia. Ese suspiro involuntario que se te escapa resume todo el asombro y fascinación que se te aglomera en el pecho. Porque hasta la gente que no soportaste en la fila de espera y todos aquellos que te empujan en ese momento, pasan a ser lectores y los comienzas a mirar como partes de ese gran círculo donde todo lo que amas se mueve.

5 comentarios:

  1. Ya me imagino yo el caos que debe de haber sido eso, pero de seguro que si valio la pena!

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  2. Leer esto, recordar la Feria, y estar hiper mega ansiosa por que llegue la de este añooo ☺

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