«Me llamo Mary Katherine Blackwood. Tengo dieciocho años y vivo con mi hermana Constance. A menudo pienso que con un poco de suerte podría haber sido una mujer lobo, porque mis dedos medio y anular son igual de largos, pero he tenido que contentarme con lo que soy. No me gusta lavarme, ni los perros, ni el ruido. Me gusta mi hermana Constance, y Ricardo Plantagenet, y la Amanita phalloides, la oronja mortal. El resto de mi familia ha muerto.» Con estas palabras se presenta Merricat, la protagonista de Siempre hemos vivido en el castillo, que lleva una vida solitaria en una gran casa apartada del pueblo. Allí pasa las horas recluida con su bella hermana mayor y su anciano tío Julian, que va en silla de ruedas y escribe y reescribe sus memorias. La buena cocina, la jardinería y el gato Jonas concentran la atención de las jóvenes. En el hogar de los Blackwood los días discurrirían apacibles si no fuera porque los otros miembros de la familia murieron envenenados allí mismo, en el comedor, seis años atrás.
Libro único
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Datos adicionales:
Ya a la venta
Editorial Minúscula
224 páginas
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Sobre la autora:
Shirley Jackson (14 de diciembre de 1916 – 8 de agosto de 1965) cuentista y novelista estadounidense especializada en el género de terror.
Tenía esta novela como pendiente desde hace mucho, me la habían recomendado de todos lados, así que cuando tuve la oportunidad, la aproveché. Y no me arrepiento.
Una historia perversa, con una narradora extraña que nos pone la piel de gallina y que esconde el mayor miedo de los adultos... Dos hermanas y su tío viven en un caserón, rodeadas de miradas airadas del populacho y con una sentencia colgando de su cuello: cuatro familiares muertos por envenenamiento.
Con una sola frase, toda la historia cobra un sentido totalmente diferente. Podría decirse que la cabeza te explota con esa idea. Jackson realmente trabajó en cada línea, en cada personaje, terminando así como una novela magistral.
Quedé totalmente fascinada con esta lectura, les recomiendo encarecidamente que encuentren este libro y lo lean. Es genial, tétrico e inquietante, pero completamente genial.
Merricat es mi nuevo personaje femenino favorito, aunque no me gustaría tenerla cerca, logra que te encariñes con ella (me hace acordar al mismo sentimiento que despierta Lestat de las Crónicas de Anne Rice). Constance, su hermana, también me gustó, pero ella no logró llegarme tanto. El tío Julian, tampoco. Ahora, el gatito es otro tema, jajaja.
Siempre hemos vivido en el castillo es una excelente obra de terror psicológico (y aunque aparece cierta superstición en un momento, ningún elemento sobrenatural será el que aterre al lector). Una novela que va a gustarte, si no temes llegar al final.
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