A veces hay que volver a los clásicosConrado Nalé Roxlo traza con mano segura la curiosa anécdota de Una viuda difícil, divertida y pintoresca creación que es llevada a escena con solidez y habilidad. Lo poético tiene sabor popular y vivaz colorido, lo cómico se inclina a la gracia natural, y ambas notas se reúnen en la lírica y el donaire propios del pueblo.
Con Judith y las rosas, Nalé vuelve al plano de la prosa con ingenio más travieso aún, sorprendente y lozano. Aquí priva sin pausa el buen humorista, que juega con la paradoja y con lo imprevisto.Dos obras de teatro en un mismo libro
Libro único Nube de etiquetas: Teatro, mujeres empoderadas, comedia. | Datos adicionales: Editorial: Huemul Páginas: 172 Publicado originalmente: 1964 Esta edición: 1977 Género: Teatro, comedia ¿Dónde lo consigo? Comprá en las tiendas: Amazon Buscalibre |
Sobre el autor:
Como les conté en mi reseña de Cuentos de ayer de Alberto Gerchunoff, recogí unos libros que habían descartado de una Biblioteca (no, no me faltan libros en casa, pero no hay que negarse cuando algo es gratis). Este ejemplar es uno de esos libros y no me arrepiento para nada de haberlo hecho.
Mi edición contiene dos obras de teatro de Conrado Nalé Roxlo: Una viuda difícil junto con Judith y las rosas. Ambas me gustaron, aunque por su temática, debo decir que la primera es mucho mejor y la que me llamó la atención en primera instancia para echarle mano a este libro.
Creo que las buenas comedias son aquellas que logran mezclar lo absurdo con lo entrañable. Una viuda difícil lo hace con maestría. La obra nos sumerge en la historia de Isabel, una hermosa viuda que tiene un negocio heredado (una platería, objetos que tienen decoración en plata) y que, debido a su atractivo y carisma, se convierte en el blanco constante de pretendientes insistentes (algunos muy viejos, otros totalmente inapropiados). Su solución para mantenerlos a raya es tan inesperada como hilarante: se casa con un asesino en serie.
Lo que podría haber sido una premisa sombría se convierte en una comedia genuinamente brillante. El humor negro se entrelaza con momentos de ternura, logrando que Isabel y su particular esposo, Mariano, sean no solo personajes cómicos, sino también sorprendentemente encantadores. La química entre ambos, con su toque de locura y desparpajo, me mantuvo entretenida de principio a fin.
El final, aunque exagerado, encaja perfectamente dentro del tono de la obra, dejando una sensación de cierre satisfactorio y una sonrisa en el rostro. No es casualidad que esta historia haya sido llevada al cine en 1957, demostrando su atractivo perdurable y su capacidad de adaptarse a distintos formatos sin perder su esencia. Incluso, les puedo asegurar que la historia envejeció tan bien (será cosa de que los hombres nunca cambian) que este tipo de acoso (porque hay que llamarlo como es) aún se da de la misma manera. Isabel podría ser considerada feminista hoy en día.
Esta obra combina ingenio, sátira y personajes inolvidables. Su humor afilado y su estructura ágil la convierten en una experiencia teatral imperdible, recordándonos que, a veces, las decisiones más disparatadas pueden ser las más efectivas… al menos en el escenario.
Cuando terminé esa obra, tenía las expectativas un poco altas y eso puede haberle jugado un poco en contra a Judith y las rosas. Si bien no me pareció mala en absoluto, debo admitir que no me atrapó de la misma manera. La historia es una parodia de la leyenda bíblica de Judith y Holofernes; tiene momentos ingeniosos y un buen manejo del humor, pero el contexto elegido puede generar cierta distancia para los argentinos promedio (me incluyo), que no suele estar tan familiarizado con estas referencias religiosas.
La obra juega con la irreverencia, desmitificando la figura de Judith y llevándola a un terreno más mundano y sarcástico. En ese sentido, es interesante ver cómo se desmonta el mito con una mirada aguda y un tono que oscila entre la farsa y la crítica. Sin embargo, al no contar con la misma cercanía cultural que otras historias del autor, el impacto no es tan inmediato.
A pesar de esto, hay mérito en la construcción de los diálogos. Con un uso simbólico de las rosas, que aporta un aire de teatralidad que encaja bien con la propuesta. Siento que le falta esa chispa, aunque es una obra con un planteo interesante.
En general, me parece que el libro vale la pena (voy a repararle la contratapa que está totalmente desprendida). Sus protagonistas no son figuras planas ni meros acompañantes de la trama, sino mujeres de carácter fuerte, ingeniosas y con una gran cuota de picardía. Ya sea en la excéntrica viuda que desafía las expectativas sociales o en la paródica bella Judith, Conrado demuestra un talento especial para escribir personajes femeninos dotados de vitalidad y carisma.
Otro punto que me gustó es su concepción del amor, que se aleja de la solemnidad para adoptar un tono tierno, absurdo y profundamente humano. En sus historias, el amor no es idealizado ni trágico, sino un juego de complicidades entre personajes que, en su excentricidad, logran encontrar compañía y afecto. Esta visión tan particular del amor, de sus personajes femeninos y de su comedia tan acertada, logró que este libro se quede permanentemente en mi estantería. ¿Lo recomiendo? Sí, mucho.
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