Durante décadas, el canon literario se mantuvo como intocable y las instituciones educativas (y el personal docente que forma parte) lo utilizaron poco inocentemente para formar lectores. Hoy en día, la obligatoriedad del canon se encuentra rechazada por académicos, docentes y alumnos. Una transformación avasalladora que se movió a la par del avance de la sociedad. Sin embargo, el canon escolar aún representa una problemática que debe ser abordada. Desde este humilde lugar, recorreremos algunos conceptos que nos faciliten una reflexión al respecto. Es necesario aclarar que el siguiente texto no pretende ocupar el lugar de las voces autorizadas y que el juicio que se elabora al respecto es sumamente subjetivo.
¿Qué es el canon? Desde el nacimiento griego del concepto como vara de medir, pasando por la idea medieval de libros que deben ser resguardados (casi la totalidad de los mismos de origen religioso), terminamos con una lista de libros evaluados por ser modélicos, prestigiosos y de valor. Hagamos una salvedad al respecto: esta lista no es única, así como las variedades de la lengua, nos encontramos frente a la idea de un "canon estándar", elegido a través de procesos históricos, sociales, económicos, religiosos, etc.; por instituciones académicas y educativas (y un largo etcétera también); por la política de una nación, por la cosmovisión de la hegemonía.
Esto es un hecho. No hay que ser inocentes al respecto. El Martín Fierro no es nuestro libro nacional porque a todo el mundo en la época le gustara (es más, mucha gente estaba en contra). El Martín Fierro es el libro identitario nacional porque es una decisión política, unificadora, simbolizante. También la obra en sí se escribió con un fin político, el autor tenía firmes convicciones políticas. Leer a Hernández, leer a Fierro, es una decisión política.
¿Modélico, prestigioso y de valor? El canon (sí, ese que se imaginan) fue y es considerado modélico en el sentido en que con el mismo se enseñaba Literatura y se prescribían los modelos a seguir para otros escritores. Prestigioso, porque formar parte del canon, elevaba al libro (a quien lo producía, a quién bogaba por este y a quien lo leía) por encima de otras obras y de otras culturas. De valor, porque si mi libro nacional está en el canon, en contrapostura, el que no lo está nada vale y el que lo consume tampoco. Pero estos tres calificativos son también parte de un proceso, de evaluaciones, de una selección muy pensada para construir el ideario de que cierta Literatura es mejor que otras Literaturas.
¿Hay más de uno? Hay más de muchas cosas que se enseñan y se muestran como únicas. Por eso, referirse a "los cánones" es mucho más acertado. Así también, utilizar la palabra canonizado para referirse a un libro, connotaría el proceso sociohistórico que fue necesario.
Ahora bien, ¿qué es el canon escolar? El canon escolar abarca una pequeña parte del canon estándar, aquellas obras que fueron seleccionadas aptas para enseñarse e indispensables para la educación del ciudadano. El canon escolar es diferente en cada país y ha evolucionado a lo largo de los años.
Allá a lo lejos por el siglo XX, el canon escolar era utilizado para enseñar "la lengua" (recordemos que no existe una lengua única, sino variedades de la lengua, algunas más prestigiosas que otras) y como modelo para la correcta escritura y demás aspectos de la gramática. ¿En qué consistían esas clases de Literatura? Tal vez a muchos adultos aún les suene: al conocimiento enciclopedista de memorizar versos o citas, estudiar la biografía del autor, el contexto histórico en que se produjo la obra, los recursos que utiliza y el movimiento estético al que pertenece. Si el docente decía que la obra era buena, la respuesta correcta era: "me gusta su lectura". Las obras elegidas para enseñarse eran las clásicas, Grecolatina, Literatura española, Latinoamericana y Argentina. A partir de 1980 con el ingreso del Boom de la literatura latinoamericana el corpus del canon escolar se modificó brevemente y después de la última dictadura militar la idea de obligatoriedad se erradicó.
Para aquellos lectores interesados en saber qué se enseña hoy en día en las escuelas, pueden consultar los Diseños Curriculares del área (de cada Provincia y de CABA) que están disponibles gratuitamente para su consulta, e incluso jugar con la grilla de "lecturas sugeridas" para saber cuáles ya les tocó leer y cuáles pronto pueden leer. Voy a spoilearlos un poco: no se evidencia una reelaboración del canon escolar. Pueden encontrar aún obras que a muchos les hizo temblar. Más hay añadidos algunos (muy pocos) autores contemporáneos como Sacheri, Ana María Shua, etc. La premisa en el canon siempre fue agregar y no quitar.
Leer los libros canonizados es también mirar el mundo de una determinada manera. Existe cierto determinismo de que pensamos lo que la lengua nos obliga a pensar. Pero, ¿qué se piensa sobre el canon? A continuación les comentaré brevemente algunas teorías:
- La Literatura solo sirve para la distracción: hay por ahí mucha gente equivocada que piensa que el acto de leer es vacuo, que no aporta conocimientos y que por lo tanto, no es una parte importante del curriculum. Obviamente esa gente nunca se sumergió en una novela que le mostró el lado oculto de su cultura o de una cultura que le es ajena, nunca amplió su vocabulario, nunca se planteó razonamientos filosóficos, nunca despertó su reflexión sobre el otro y sobre sí mismo, nunca... bueno, nunca leyó Literatura.
- La Literatura no puede enseñarse: los bebes no nacen sabiendo leer ni multiplicar. El acto de leer, las herramientas que se necesitan para leer (las llamemos o no competencias lingüísticas) es mucho más amplio que solo aprender a saber qué dice la palabra escrita o qué se forma si juntamos unas letras. Todo se puede enseñar, desde la creación del hábito de lectura hasta el gusto literario. Que muchos estemos o no de acuerdo con ciertas maneras de enseñar (ciertas teorías didácticas al respecto) no quiere decir que la Literatura deba guardarse en un cajón.
- Los jóvenes no leen: esta falacia ha caído por sí sola. Si dividimos a la mitad al mundo (de una manera muy muy muy exagerada) encontraremos que media población lee y la otra no. Y en ambas partes habrá igual cantidad de adultos, de adolescentes y de niños. Estratificar la Literatura desde un punto de vista etario es incorrecto. Tal vez habría que repensar la premisa desde un punto económico para que tenga más sentido.
- La Literatura como castigo: utilizar los libros para castigar a un niño que no quiso comer las verduras o no guardó sus juguetes es una de las razones por las cuales los niños no desarrollan una pasión por la lectura y es una tremenda equivocación de los padres y de algunos docentes. ¿Docentes? O sí, hay muchos docentes que añaden páginas como castigo porque algún alumno le tiró una tiza o que añaden bibliografía tediosa para disfrutar del sufrimiento del estudiante.
- La lectura del placer vs. la lectura por obligación: en mi particular caso, como amante de los libros, no he recibido nunca literatura obligatoria. ¿Cómo? Pues aunque los docentes a lo largo de mi vida me han mandado obras obligatorias para leer, el proceso de lectura no ha sido obligatorio. Al abrir el libro, yo leo lo que quiero en ese libro. Puedo detenerme en el uso de recursos y teorías, de personajes y de emociones, de referencias intertextuales o al contexto. Soy libre de hacer con ese libro lo que quiero. Pero, es verdad que no todo el mundo está tan loco como yo y que al tener que leer un libro por obligación siente un ahogo automático. Este ahogo sumado al pensamiento de que los libros nada nos enseñan y solo sirven para distraernos, ha hecho que crezca con fuerza la idea de que la lectura debe ser por placer y que la escuela no está autorizada a interferir en eso. Es en este punto que muchas teorías se olvidan que la literatura amplía el universo sociocultural, incita reflexiones epistemológicas y autorreflexiona sobre los mecanismos constitutivos de la lengua. Volveremos sobre esto pronto.
- Literatura para jóvenes o literatura del mercado: la literatura juvenil ha perforado al canon escolar y poco a poco se está construyendo un sitio estable. Sin embargo, son muchos los académicos que advierten que dejar la autoridad en manos de los jóvenes no solo destruiría el canon, sino que también vendería el sistema educativo al mercado. ¿Qué tiene que ver el mercado en todo esto? Pues hay quienes postulan que los adolescentes no tienen formado el gusto lector y que son volubles a las influencias del mercado editorial que con el cuento del best seller, la adaptación cinematográfica y la publicidad realizada a través de otros adolescentes podrían... comprar gato por liebre. Este punto también entra en conflicto con la idea de lectura por placer. La combinación sin mediación docente podría llevar a un abismo. ¿Es el alumno el indicado para elegir lo que la escuela debe enseñarle? ¿Con qué fin, con qué propósito, con qué herramientas estaría trazando su plan educativo? No solo los jóvenes pueden verse influenciados. Los docentes también. Tanto por el mercado que se presenta en la puerta de la escuela ofreciendo descuentos, lapiceras y manuales que traen su librito de respuestas como por el mismo Estado que desde el Diseño Curricular vende una propuesta de país.
- Los clásicos ya no van más: podría solo decir al respecto que no veo a la sociedad criticando que el profesor de Matemática enseñe el teorema de Pitágoras o las ecuaciones. Pero sería absurdo compararlas porque sabemos que el área de Lengua y Literatura (o Prácticas del Lenguaje) es mucho más importante. Los libros que comúnmente se denominan clásicos deben enseñarse en las instituciones, primero porque uno va a la escuela a aprender lo que no conoce (si fuera al revés el sistema no tendría sentido), segundo, porque una gran parte de la población estudiantil jamás accedería a esas obras si no fueran parte del currículo; tercero, porque los clásicos (no todos, hay que hacer un buen recorte en la lista) nos muestran una cosmovisión que amplía notablemente la propia y despierta reacciones en el alumnado (sea de apoyo no). Sin embargo, lo que se considera clásico, lo que entra en el corpus, debe enseñarse con el pacto del alumnado, con la premisa clara de que "es una forma de ver el mundo", pero no la única; con la honestidad de decirles que pueden sentir rechazo, aburrimiento (y emociones positivas también) sin ser eso una frustración, sino una más de las facetas del lector. El docente debe enseñarlos sin intentar hacer valer "su" mirada sobre la obra.
Será tarea del docente entender estas disyuntivas, reflexionar acerca de la existencia de cánones, de considerar qué obras siguen teniendo vigencia, de posibilitar actividades que no aburran al alumno, pero que tampoco degraden el conocimiento. Es una tarea ardua y difícil, pero es parte del oficio.
El canon escolar ya no es obligatorio, las interdisciplinas lo han abierto. Ahora es cuestión de formar lectores y de olvidar viejas prácticas estructuralistas y enciclopedistas. El alumno no está en una posición "de no saber", es un sujeto activo en su educación, con conocimientos propios, con intereses y desintereses. No puede considerarse al canon como una sola manera de ver el mundo (que lamentablemente es siempre la mirada de ver el mundo de quienes están en una posición privilegiada), hay que reconstruir la idea de cánones en continua evolución, hay que derrocar a la lengua estándar y darle paso a las vernáculas. Hay que confrontar el Diseño Curricular para dejar de ser peones en un juego que no solo pone al docente como instrumento de reproducción, sino al alumno como recipiente de conocimientos a llenar (sin por esto realizarse un aprendizaje significativo).
En definitiva, hay que hablar del canon escolar.